¿Qué tendrá la dominación casera y el BDSM casero, entre los muros conocidos de tu casa (o de la que te digan) que tanto gusta?

Frente a las mazmorras profesionales donde las dominas desarrollan su actividad en un marco muy ambientado, el aspecto casero, el homemade, tiene un encanto difícil de recrear en un lugar de cuero, iluminación cuidada y entorno especialmente pensado para estimular la parte más D/s de una relación entre Ama y esclavo. Por el contrario cuando la sesión se desarrolla en un lugar natural con espacios normalizados: el sofá, el salón, la cocina o incluso la habitación da lugar a prácticas mucho más diferenciadas dentro del BDSM tanto profesional como amateur.

dominación casera

La servidumbre doméstica, por ejemplo, es una forma de sesión de BDSM productiva donde el sumiso además de recibir castigo y humillación se esfuerza por realizar una labor productiva para su Ama, lo consiga o no, quedando ya no a su merced atado en una cruz de San Andrés, sino siendo castigado en la mesa del salón, azotado, humillado, pisado o abofeteado en un lugar que bien podría recordarle a su propia casa o a alguna donde haya soñado recibir esos cuidados por parte de una dominante.

Esa es la magia del BDSM casero, de la dominación casera: la recreación de fantasías y fetiches en entorno caseros y normales que te permiten después de la sesión, extrapolarlos a los tuyos, incluso. Recibir una azotaina, un facesitting en la alfombra de tu salón, el fetichismo de pies, que te metan el pie entero en la boca estando tumbado al pie del sofá puede activar tu excitación a mil por hora, tanto viéndolo como sintiéndolo en una sesión de femdom casera y luego recordándolo incluso con gente a tu alrededor en tu vida diaria.

dominación casera

La dominación casera tiene ese poder, el de ser real, ser cierta en los entornos más normales, y vivirlos una y otra vez bajo la piel. Porque el FemDom se vive y se siente y cuando entras al servicio de una dómina y te tiene haciendo dominación casera, es decir una sesión de servidumbre doméstica mientras te supervisa, te humilla y azota, tiene la capacidad de calarse dentro de tu piel y ser algo que desear una y otra vez.
El BDSM casero tiene el encanto de poder arrancar en cualquier momento, de poder usar cualquier elemento y que los aperos usados no tienen esa formalidad habitual del cuero y el meta, sino que son cucharas de madera, zapatillas, cinturones… algo que puede hacerse incluso fuera de casa…

Quizás después de ver un video de ello o de regresar de una sesión, contemples tu alrededor, tu salón, tu cocina, tu habitación, con el deseo de volver a sentir esa dominación, de volver a ser castigado o azotado en ellos, con la excitación de que sea en un entorno conocido, casero, tuyo… y si es posible, guarda además la emoción de que solo las paredes son testigo de lo que ha ocurrido y guardarán ese secreto incluso cuando tengas visitas en casa… Y cuentas con esa complicidad, la de que ninguno de los invitados, por ejemplo, sabrá que has sido tú, desnudo, azotado y humillado, quién después de limpiar a las órdenes de una dómina cruel e implacable, recibió un facesitting en esa alfombra que ahora todos pisan.

Y es que el encanto del BDSM y la dominación casera es tanto el secreto como que el entorno no requiere de más parafernalia que lo que ya existe.