BDSM casero, ese gusto oculto que guardamos para nuestros momentos de intimidad con nuestra/s pareja/s, y que tantas alegrías (y dolores) nos puede aportar… Pero casero. ¿Por qué este hincapié en lo casero? Pues, sencillamente, porque no siempre disponemos de un espacio que convertir en nuestra mazmorra particular, una habitación o sótano sobrante en casa o en el apartamento en el que vivimos y que nos permita crear nuestro propio paraíso e infierno de dolor, cosquillas y maldades.

El BDSM casero se configura como la forma más habitual de mantener una relación D/s en los límites de casa, y a veces, si la compartimos con más miembros de la familia, incluso diríamos que los límites son la cama. Con suerte. Y si no hay que madrugar. No hay por qué explicarle a los peques que los ruidos que escuchan por la noche son de un flogger impactando el culo de uno de sus progenitores… Es difícil de explicar, la verdad.

Pero el BDSM casero también implica, inventiva, recursos, algo de picaresca, un poco de improvisación. Aprovechar los tiempos muertos, tener a mano lo que queremos o la perspectiva de la sesión que queremos desarrollar mientras el resto de la familia está fuera. Quizás suene un poco a «esperar la oportunidad»… pero es que es así. No todos tenemos las ventajas que nos gustarían para ello.

Por ejemplo, azotes con la zapatilla, una sesión de obligado fetichismo de pies, azotes en las nalgas, pellizcos, o una un poco más compleja con más castigo, tensión, quizás algo de sodomización casera… Depende siempre de los límites y gustos de la pareja en particular.

Pero también, para el BDSM casero, están los interiores. Es decir, nada te impide que tu pareja, si ella es tu dom, ponerte un CBT y seguir desarrollando vida normal. Ser obligado u obligada a llevar un arnés BDSM bajo la ropa, un collar discreto, a ir a hacer la compra sin ropa interior y con el cuerpo con las palabras que tu Diosa o tu Amo te indiquen.

No quiere decir esto que se tenga que estar en un 24/7 continuo. Solo aprovechar momentos, momentos que sabemos que nos van a aportar morbo, ganas, a acicatear nuestra libido con prácticas BDSM caseras y ocultas a la vista. Por ejemplo, también, estar en una reunión de padres con un cilicio, con el culo recién azotado, con algún instrumento como bolas chinas, un plug, pinzas discretas en los pezones o en los testículos, palabras humillantes escritas en la piel, que tu domina te feminice y lleves ropa interior suya puesta bajo la ropa o medias, o que tu dom te haya hecho un tanga de shibari que no deje de rozarte toda la entrepierna a cada movimiento.

El BDSM casero tiene tantas salidas como inventiva y siempre y cuando la situación nos agrade y permita llevarla a cabo sin ponernos en un compromiso, por supuesto. Hay que ser sensatos.