Una de las primeras asociaciones mentales que siempre se hacen en cuanto se menciona BDSM es la palabra o la imagen del castigo. Para muchos es lo mismo, para la mayoría que no lo conoce, supone azotes, ataduras, muñequeras, mordazas y spanking sin contemplaciones.
Muchos no entienden que se trata solo de uno de los aspectos del BDSM. Estamos hablando de una forma de entender las relaciones de intercambios de poder, relaciones que son asimétricas, donde uno cede el poder y el otro lo aplica según sus parámetros y los aspectos consensuados con la otra parte.
Sí, hay castigo, pero castigos hay muchos, tantos como imaginación, pero no encontrarás la misma forma de aplicarlos en dos parejas de BDSM iguales. ¿Por qué? Porque un castigo tiene un sentido. El sumiso espera siempre una atención de su dominante. El dominante espera que el sumiso cumpla las órdenes e instrucciones sin rechistas, que cumpla el protocolo, que se comporte. El precio de no hacerlo es el castigo. Pero ese mismo castigo puede variar mucho, puede ir desde el spanking a algo más meditado y postergado en el tiempo donde se ejercitará cuando el dominante lo considere en función de la gravedad.
Aquí se suele considerar que darle el castigo a un sumiso es darle lo que quiere, que en realidad no estás castigando per se sino que le estás proporcionando placer… pero eso no siempre es así. Como ya hemos dicho hay más de una forma de castigar, y los castigos pueden ser tan refinados como pruebas de resistencia, tirones de orejas, baños fríos, denegación de orgasmo, pruebas más humillantes como obligar al sumiso a sentarse en una silla llena de chinchetas… depende de la imaginación. No todo es spanking, vara, fusta y látigo.
Pero tampoco vamos a negar que a) este tipo de castigo existe y b) ambas partes obtienen placer de ello, con más o menos dolor por medio.
La aplicación del castigo siempre irá en proporción a la falta y también a los objetivos de quien domina que tenga para la parte sumisa.
El castigo es una herramienta. Puede ser una herramienta de corrección de conducta, de penalización tanto como de placer. Un par de azotes no son un castigo, una tanda de cincuenta cinturonazos sí.
¿El castigo depende de la intensidad?
No siempre. En muchos casos tiene más que ver con los gustos y los disgustos del sumiso pero también de su condición mental, el juego de rol y lo acordado. Para un sumiso que tenga esa preferencia una tanda de azotes con una zapatilla de mujer puede conllevar un horizonte psicológico que no alcanzaría con una tanda de pala o fusta en las nalgas.
Como hemos dicho el castigo es una herramienta y muchas veces dependerá de lo acordado y de las necesidades de la pareja. Puede ser la privación sensorial, el encierro en una jaula o humillar obligándolo a servir vestido de sirvienta e incluso la sodomización.
No todo son azotes.
Aunque los azotes sean divertidos.