Si estás en esta página o eres habitual de ella, seguramente no te tengo que decir qué es el FemDom… Al menos no estrictamente. Aunque siempre está bien enunciarlo y ponerlo blanco sobre negro para poder comprenderlo en profundidad, para observar sus matices y también desmentir algunas cosas o, como poco, matizarlas.
El FemDom, dentro del BDSM es una práctica que formalmente es Dominación Femenina (Femenine Domination), una relación de intercambio de poder donde la parte masculina (y no siempre exclusivamente, pero eso ya sería un Intercambio de Poder más amplio, más de Dominación en sentido más general) se supedita a la femenina de forma voluntaria por todo aquel periodo de tiempo acordada y consensuada por ambas partes.
Es una fantasía recurrente en muchos miembros del género masculino que desean ese tipo de sumisión por muchos factores, desde la necesidad de sumisión derivada de su actividad diaria y social hasta la verdadera vocación o creencia en la preeminencia femenina.
Sin embargo cabe decir que no todas las Amas FemDom son ni hembristas ni ginárquicas, eso es un mito. Que sí, que haberlas haylas, pero es más bello cuando quien se somete lo hace voluntariamente porque desea eso, porque reconoce su inferioridad o quiere disfrutar de se momento de sumisión a su Diosa.
Una domina FemDom no va todo el día entaconada (que puede) ni se levanta con corset, látex y látigo ni muchísimo menos. Es una mujer con sus preocupaciones, con sus quehaceres y su día a día, pero que en el momento, en el ambiente adecuado, se empodera y toma ese rol. No olvidemos nunca que un dominante lo es porque el sumiso le otorga tal poder, y que lo es en tanto en cuanto el sumiso quiere permanecer a sus pies. Y el FemDom no es una excepción.
Por supuesto ser dominante es siempre una responsabilidad. La responsabilidad de saber qué hacer, cómo hacer las prácticas que deseamos, adentarse en la mente del sumiso para saber qué quiere en realidad -porque los sumisos rara vez lo dicen, siempre esperan, de alguna manera, que la dómina lo averigüe pese a prestarse a toda práctica que ella diga u ordene-; es saber qué espera y cómo realizarlo de forma segura y sensata por extrema que sea la práctica. Muchas veces implica conocer bien a esa otra persona, conocer y respetar sus límites pero también llevarlo para que se supere un poco más cada vez, para que su entrega vaya poco a poco, a más.
´»Nada es fácil si vale la pena» dice el viejo adagio, y el el FemDom eso también se cumple, por supuesto.
Además también cumple una función muy fetichista ya que el sumiso que se somete a la dominante muchas veces acompaña esa sumisión de una idealización también un tanto fetichista, y las dóminas saben muy bien cómo causar ese impacto, en función del tipo de fetichismo que esté ligado a la fantasía del sumiso, desde las fantasías de cuero y látex a las de dominante poderosa en traje de oficina, a la de señora del mal o incluso a la de mujer dominante en un ambiente casero y aparentemente común y corriente.
Ser dómina es algo que se lleva dentro, que late en las venas y es una actitud que tarde o temprano despierta, no siendo fácilmente imitable puesto que se basa en esa proyección que hace la mujer dominante de su voluntad sobre los demás (los demás que la aceptan voluntariamente, no que vaya al supermercado y se imponga porque sí sobre el pobre cajero… a menos que este quiera, claro).
Estas han sido unas pinceladas sobre el FemDom, unas cuantas, nada más, pero que ayudan a definir y a poner en relieve el papel femenino, su empoderamiento y esta variante del BDSM tan interesante que abunda por esta página.
Ya sabes, si te gusta el FemDom, no olvides que hay videos de ello a diario en esta web.
¡Nos leemos!