Hay un momento en que empiezas a entender o a necesitar entender las relaciones de otra forma. Es una llamada sutil, pero que está ahí: es la llamada de la Dominación. Ojo, que cuando hay una llamada a la Dominación, también la hay para la sumisión, pero eso lo trataremos en otro momento.

En dicha llamada sientes que hay u papel para ti, una forma de comprender ciertas relaciones, no solo las personales, y no todas las personales desde luego. Comprendes que te gusta, que a veces incluso puedes necesitarla, y ese el gérmen de una o un dominante.

Esa dominación parte de dos principios: el de autoridad, que te otorgan, y el de responsabilidad, que te comprometes a tener. Es cierto que es el sumiso quien escoge a quién darle ese poder. Pero también es la o el dominante quien debe aceptarlo y hacer buen uso de él. De cada relación D/s, personal, profesional, entre amigos, puntual o continuada en el tiempo, hay algo que lo tiñe todo: la responsabilidad y el aspecto consensuado. Todo lo que se hace está aceptado tácitamente por el sumiso y en cualquier parte puede decir que «NO». Y en ese momento quien domina frena y pregunta, se preocupa, se responsabiliza.

La llamada de la dominación hace que entiendas esas relaciones desde una óptica asimétrica, te confieren un poder y una gran responsabilidad que te permite llegar y explorar hacia nuevos límites y formas de comprensión de esas relaciones. Todo lo que hay alrededor es un aspecto derivado de ello.

Las dominantes que hay en esta página web son todas responsables de ese poder que los sumisos les dan, son personas, además de las diosas que se ven en vídeos y fotografías. La llamada de la dominación no hace que se pierda en ningún momento la dimensión humana. Ghalia es conocida por ello, porque trata a las personas como son, es amable, sincera y siempre tiene una sonrisa. Esto viene a colación de un hilo de tuits de esta semana sobre cómo se veía o se imagina a las dominantes, como figuras siempre idealizadas, que salen a comprar el pan de cuero, con chófer y maquilladas perennemente, sin un mal día, sin un momento de vacilación.

La llamada de la dominación, ese sentimiento que hace que quieras acercarte al mundo del BDSM no borra esa dimensión humana, sigues siendo una persona, y tu sumiso o sumisa también. Y es importante no perder eso nunca de vista. Porque sin las personas, no hay dominación posible. Sin ese aspecto de respeto y consenso, no hay BDSM.