Momificación, qué tendrá que a tantos les gusta.

Son varios los factores que confluyen en la momificación como un gusto a caballo entre dominación y fetichismo, que juega con las fantasías de inmovilización, vulnerabilidad, aislamiento y en algunos casos también con la fantasía de la asfixia.

La momificación es ese proceso por el que a la parte sumisa (o fetichista del tema) se la envuelve, generalmente, en estas prácticas en tiras de film plástico hasta cubrir el cuerpo casi entero. En algunos casos se deja ciertas partes erógenas al descubierto con las que jugar, para poder torturarlo mientras no puede defenderse y así poder interactuar con esas partes con afán tan malvado como provocador.

Algunas de las prácticas también incluyen diferentes tipos de estímulos en la inmovilización por momificación: uso de cera, azotes, pinzas, o provocación erótica extrema usando por ejemplo un hitachi con el que estimular ciertas zonas que se han dejado expuestas para ello.

Pero la estimulación erótico-festiva con azotes, spanking, pellizcos y control de la respiración (haciendo, por ejemplo, un facesitting sobre el incauto envuelto en plástico) no es lo único que interviene en esta fantasía (que, para que sea fantasía, recordemos, siempre tiene que ser segura y controlada). También está el factor psicológico del aislamiento de estímulos, todo lo contrario a lo antes visto: ese momento en que se deja al inmovilizado solo en una superficie, a solas con sus sentidos y sus pensamientos (que a veces son peor que cualquier dómina furiosa).

Solo imagina la situación:

Te han envuelto en film negro, no puedes mover los brazos porque están pegados a tus costados. De tu cabeza solo han dejado libre la nariz (has tenido suerte y no la han tapado y dejado solo dos pajitas para que respires por ellas), y lo único que hay al aire libre es tu polla, que ha sido pisada, escupida, masturbada con el vibrador hasta llevarte al límite y te lo han negado. Y ahora al parecer (porque no puedes ver), te han dejado solo, solo, impedido, constreñido. Empiezas a sudar. ¿Cuánto tiempo a pasado? No ves nada, no puedes moverte, solo sabes que estás ahí, y así porque lo has querido, porque Ella te lo ha hecho y no puedes discutir eso. Que cuando se acuerde volverá a por ti. ¿Cinco, diez minutos? Estás tan confundido que ya no sabes si la tienes floja o estás empalmado, por sentirte indefenso, mortificado por el aislamiento en el que no escuchas bien, no puedes ver, ni abrir la boca para pedir auxilio.

De repente, un estimulo se abre camino por entre todo ese aislamiento imposibilitante: calor. ¿Humedad? Algo. ¿Dónde? Joder, en tu polla. ¿Qué es eso? Es… es… su pie. Te está pisando la polla. Lo mueve, de arriba abajo y otra sensación se abre camino, algo que empieza a llegar. Su risa, su risa malvada y el sonido de algo azotando el aire. Y antes de que la fusta te golpee en los huevos te das cuenta de qeu la cosa no ha hecho más que empezar.