Sí.

Pero quizás deberíamos explicarlo un poco, ¿no? El post puede quedar un poco soso si no entramos en materia.

Cuando se piensa en el BDSM y concretamente en el apartado de las dos últimas letras SM, Sado Masoquismo, se suele pensar en cuero, cadenas, látigo, dolor a mansalva, gritos y todas esas cosas bonitas, además de un entorno tirando a oscuro o decadente, luces tenues, paredes negras o rojas, o mazmorra de piedra, directamente.

La domme embutida en cuero y látex, sonrisa sádica (que de eso va, ¿no?) y el sumi atado e indefenso, quizás disfrutando del dolor con tremenda erección cuando recibe el fustazo o el latigazo porque es la parte M, la parte masoquista.

Pero, ¿hay posibilidad de entender el sadismo, el sado, de otra forma? ¿De una forma más erótica, quizás?

Sí, la hay. Porque todo es erotizable, como existe la regla 34 de Internet para otras cosas.

El sado erótico es aquel en el que si bien se disfruta de la creación y administración de dolor al sumiso, también se hace con una perspectiva que juega no solo con el dolor sino con la excitación, con los sentidos, con los juegos de luces y sombras, con los susurros en la oreja, con la ceguera por antifaz, las caricias suaves y el fuerte apretón en los testículos.

Domina Beldom doma a su esclavo en la mazmorra

Se trata de conducir el dolor en la fina línea del placer y el erotismo, con la provocación, con unos pies pequeños que te acarician antes de un azote ardiente, con una palma suave que te baja por tu miembro erecto y el brutal apretón que te roba el aliento. Con llevarte al límite azote tras azote sin dejar de provocarte, de decirte que lo buen chico que eres, lo puto pervertido que eres y tú no podrás decir nada, porque sus bragas usadas están clavadas casi hasta el fondo de tu garganta y en tu lengua hay algo, un sabor salado e indefinible que puede que sea suyo.

El sado puede ser erótico, dependerá de lo que se acuerde en sesión, de lo que se busque, pero puede serlo, porque a veces la provocación duele más que el más brutal de los latigazos. El tener a tu domme encaramada en tu cintura, sintiendo la presión de su entrepierna sobre la tuya mientras te tira de los pezones con unas pinzas inclementes y ves cómo en sus labios, jugosos, hinchados y excitados por el dolor que te provoca, se forma la palabra «eres mi puta». Y tu entrepierna es ahora la que late salvajemente buscando liberarse… o quizás sentir más dolor.

Ella es la que pensará las más dulces y dolorosas torturas mientras tú desesperas por volver a probarla, olerla, quizás, sentir su saliva despreciativa en tu cara, su bofetón con la mano abierta en toda la cara y que te arda bien, después de haber lamido y besado esa misma mano.

Sí, el sado puede ser erótico.

Lo sé.

Lo sabes.

Y sabemos que lo estás deseando.