La de cosas que nos gustaría que fuera nuestra cotidianidad. La de fantasías que querríamos traer a nuestra vida «vainilla». Los castigos con zapatillas, llegar a casa y que te pongan un collar y te traten como a un perro, ser azotado tras la cena, que tu pareja sea la domina perfecta para ti, tu diosa de duras exigencias, que te coloca el CB sin piedad y te tortura bajo sus pies.

O simplemente poder incorporar el fetichismo de pies de forma habitual en tu relación de forma franca, directa y periódica, pero por algún momento no se puede, tu pareja no es receptiva,

Llevar el fetichismo y el BDSM a tu vida diaria es deseable, interesante, realizador… y no siempre posible. Por eso ha vivido tanto tiempo en el underground, por eso ha tardado tanto tiempo en ser aceptado como algo normalizado (más o menos) que tiene un ámbito de desarrollo y que está profundamente arraigado en el consentimiento mutuo en contra de lo que muchos pensaban.

Y también en cómo hay más personas interesadas en el fetichismo y el BDSM que no sabías, que lo ocultan a la luz hasta que en algún momento sale a la superficie, quizás en una conversación, quizás en un momento de confianza totalmente inesperada.

¿Es posible incoporarlo?

Si ti pareja vive el BDSM igual que tú mantenerlo entre ambos es posible. Es toda una suerte, pero tampoco es algo que se pueda exhibir libremente en la vida vainilla si dependemos demasiado de ello, por lo que siempre suele ir «bajo la piel», es decir, bajo la ropa y en casa suele hacerse en una sola habitación dedicada a ello. Es más dominación casera que el hecho de poder disfrutar de una mazmorra propia, pero ¡qué alegría cuando se tiene!

Realmente, aunque nos gustaría, la sociedad vainilla no está preparada, por más que se haya normalizado el BDSM como una práctica sexual más, para verlo directamente, para aceptarlo como una cotidinaidad. Disfrutarlo diariamente o en tu vida real puede hacerse pero no siempre abiertamente, además de que puede influir también en el desarrollo normal de tu vida. Es decir, bien por someterte a tu diosa, pero a lo mejor no es de recibo ir con collar y cadena a hacer la compra… ojalá se fuera tan libre para poder hacerlo.

Siempre nos quedará el reservado espacio de casa para hacerlo y disfrutarlo, de ver el flogger volar, de sentir las uñas de tu diosa o cómo te pone los pies en la cara. No todos nos lo podemos permitir, pero quizás, aunque no esté integrado en nuestra vida diaria, cuando ocurre, siempre lo sentimos como mágico, intenso y único.